La práctica de Josu Bilbao (Bermeo, 1978) parte de la observación de ciertas condiciones visibles e invisibles, perceptibles según cuándo y cómo, del entorno que lo rodea y de los espacios que ocupa temporalmente como artista. Ese quehacer depende tanto de la acción como de la inacción físicas entre las que a menudo oscila su forma de trabajar. La respuesta, siempre parcial, nunca enunciada como definitiva, puede ser remover en lugar de añadir, desmontar en lugar de construir. Al abordar un espacio, su arquitectura, dentro de su institucionalidad, el proceso de imaginar el hacer y deshacer las estructuras que lo definen resulta en una serie de tentativas que van tomando forma.
La experiencia del lenguaje, una experiencia minorizada, fonética, encarnada, constituye otra reflexión constante en su trabajo sobre la fragilidad y la pérdida de los idiomas y dialectos/ecolectos marginales basados en la tradición oral. Igualmente en cómo éstos se inscriben en el cuerpo, en los órganos que los transforman en sonido, en las especificidades que no se registran en los textos normativos pero sí en las gestualidades y los afectos. Una lengua menor en el sentido de ser practicada por una minoría y de adquirir, en el contexto en que Josu Bilbao la despliega, una dimensión política.
El título de la exposición, h, deriva parcialmente de una reflexión sobre los procesos históricos de unificación del euskera y de las palabras que surgieron para definir las partes del cuerpo involucradas en la producción de un sonido. Es el caso de la /h/ aspirada, un tipo específico de movimiento y relación entre la cavidad bucal y el diafragma. Esta /h/ hace también referencia a lo que potencialmente sucede en la sala, con los ritmos perceptibles e imperceptibles que la habitan. Dentro de estas formas de abordar el espacio como sistema respiratorio que se hace lengua, la pista sonora compuesta específicamente para h por Estanis Comella (Lleida, 1985), propone un ritmo abstracto con el que potencialmente acompasarnos.