Es a finales de esta década cuando Gema Intxausti (Gernika-Lumo, 1966) comienza a interesarse de manera continuada por el uso del texto, el dibujo y la fotografía y la artista se desplaza al Reino Unido, donde cursa estudios de cine y vídeo. A este período corresponden la serie de trabajos que realiza usando los fotomatones localizados en espacios públicos de ciudades como Bilbao y Londres. La adopción de esta tecnología, que determina unos límites estrictos de movimiento y tiempo, produce una serie de narrativas construida a través de un número reducido de imágenes, y en las que son habituales los guiños a las historias del cine y el arte. En este sentido, es frecuente encontrar en sus obras citas y apropiaciones recurrentes que desplazan el sentido narrativo de los materiales originales hacia espacios en los que se altera y multiplican las interpretaciones posibles de texto e imagen, evidenciando el carácter político de todo lenguaje. Operaciones sugerentes en las que la fragmentación, la repetición o la omisión se presentan como estrategias claves en la construcción de sus piezas.
La primera exposición individual de gran formato de Gema Intxausti se inaugura un año y medio después de recibir el premio Gure Artea a la trayectoria artística. Desde principios de los años 90, Intxausti se ha caracterizado —nos recordaba la antropóloga feminista Lourdes Méndez en la entrega del galardón— por: «exponer cuando tiene algo que decir, que contar, que hacernos sentir e intuir. Su opción por desarrollar un trabajo artístico lento, pausado, tan arriesgada en un tiempo en el que lo cuantificable oculta lo cualitativo, marca su trayectoria». Un ritmo lento que se opone a la obsesión contemporánea por simplificar las realidades complejas, consciente de las desastrosas consecuencias políticas que a menudo conlleva eliminar factores conceptuales y/o sociales determinantes.
Gema Intxausti es una artista que practica el arte para ver, en la tradición que recoge María Zambrano en Algunos lugares de la pintura: «el arte que se ve como arte no es el arte que hace ver». Intxausti pertenece a la saga de artistas que conciben la figura de la artista como una trabajadora del arte, que entiende el arte como una disciplina para aprender a ver más allá, como un método de producción de conocimiento. «Tirar del hilo» e «hilando fino» son expresiones habituales en el vocabulario de Intxausti, que en los últimos 30 años ha desarrollado un método de trabajo artístico deteniéndose en los pequeños indicios, las pistas sueltas, en las fisuras de los discursos monolíticos. Un método capaz de invocar una serie de elementos: objetos, imágenes, personajes, historias, etc. que, al interactuar entre sí, producen la tensión suficiente para transcender los postulados establecidos del signo/significante y generar nuevos significados. Para ello, la artista recurre frecuentemente a la elaboración de listas que extractan los elementos que pondrá en juego en el tablero de la resignificación. «Me di cuenta de que seleccionando partes de aquella lista construía una narración que daba fe de lo cotidiano más allá de la superficie, de la apariencia» afirmaba la artista en una reciente conversación-texto.
Esta exposición, que pasa de puntillas por sus primeros trabajos escultóricos elaborados con materiales domésticos como las bayetas o el celo, se centra en las piezas producidas en los últimos 20 años basadas en el dibujo, la fotografía y el texto. Piezas que están profundamente influenciadas por el cine. Formada como escultora en la Facultad de Bellas Artes de la UPV/EHU, Gema Intxausti pertenece a «la última generación del cine», que en los años 80 disfrutaba de un contexto en el que «el séptimo arte» se difundía profusamente a través de cineclubs, cinefórums, programaciones especializadas en TV e infinidad de revistas y libros. Una generación que, tras décadas de cine de autor, experimental, clásico y de sus respectivas teorizaciones, puede acceder a esas obras y saberes incluso en las aulas universitarias. Además, esa generación establece una relación estrecha entre el cine y el arte contemporáneo.
Buscando una herramienta para estructurar su producción discursiva, Gema Intxausti terminará estudiando guion cinematográfico, cuando años más tarde vive en Londres, a la vez que trabaja como vigilante de salas de museos e instituciones artísticas. Unos años en los que, según sus propias palabras, pasará los días «mirando cómo miran otros».
El título de esta exposición Entre la multitud, observando el arresto. Gema Intxausti proviene de la serie de dibujos que componen Unframed Jane (2015-2019), una de las obras que se muestran en la exposición, en la que la artista, tras elaborar un listado de las apariciones de Alfred Hitchcock en sus películas, convierte los cameos del cineasta en texto, un texto que la artista dibuja sobre papel en dos idiomas, inglés y español, y en dos colores, rojo y negro. La frase del título describe la aparición de Hitchcock en la película The Lodger: A Story of the London Fog (1927), una historia sobre un asesino en serie de mujeres inspirada en Jack el destripador, y que en español se tradujo, nada más y nada menos, como El enemigo de las rubias. Un título profético si tenemos en cuenta la carrera cinematográfica y vital del cineasta a la luz del célebre texto de Laura Mulvey Visual Pleasure and Narrative Cinema (1975), donde se analiza la misoginia sádica de sus filmes.
Siguiendo el método de Intxausti, un fragmento de film pasa a convertirse en un texto que forma parte de un listado, a ser un dibujo, después, para devenir por último el título de la exposición, donde llega a connotar el nombre de la artista, e incluso, quizá, tanto a definir su práctica artística, como a aludir al voyerismo del cineasta.
Comisariado: Xabier Arakistain, Beatriz Herráez
Inauguración: viernes 7 de febrero de 2020, 19:30 horas